Cada persona que se ha acercado a un Dojo y ha traspasado su puerta con el objetivo de convertirse en aprendíz tuvo diferentes motivos personales para hacerlo, mismos que son respetados en lo particular, sin embargo, todo principiante debe ante todo, tener una mente en blanco y un corazón abierto en donde puedan entrar las enseñanzas de los principios del Aikido.
Todo practicante sea principiante ó avanzado debe “vaciar su cuenco” cada día para volver a llenarlo, purificándose así mismo en mente, cuerpo y espíritu.
El hombre que se entrega a las artes marciales practica su refinamiento como persona y el Dojo es el lugar donde tiene esa oportunidad de hacerlo.
Es donde se reencuentra así mismo, donde encuentra la paz, el respeto y la cortesía, la oportunidad para trascender a través del vencerse en cada repetición, el acceder a convivir, a reconocer a sus semejantes por medio del cuidado y el respeto mutuos, trabajando por el desarrollo compartido en la búsqueda de una constante sinergia positiva y constructiva, pero sobre todo... pacífica.
Desearlo no es suficiente, hay que sudar el keikogi por mucho tiempo y poner en práctica en la vida diaria lo que aprendemos en el Dojo.
El auténtico desarrollo y purificación dentro del Aikido y del Budo no tiene “atajos”.
Existen muchos beneficios que obtenemos por medio de nuestra práctica ardua y sincera, pero solamente podremos acceder a ellos si nos presentamos puntualmente a cada práctica y comprendemos lo que significó el compromiso adquirido al traspasar la puerta del Dojo al que nosotros nos acercamos y, decidimos entrar con el propósito de aprender el Budo Aikido.
Practique con Alegría cada día que se presente al Dojo y vénzase en armonía con sus compañeros. Honremos al Aikido cada día.
Sensei
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